viernes, abril 13, 2007

“Der Vorleser”


Me encontraste sola, revisando anaqueles. Tu invitación me sorprendió. Era jueves Santo, con un destino definido entré a la librería, sin imaginar otro: un billete de avión a una ciudad alemana. Tu nombre desconocido, no tenía asociación:
- Bernhard Schlink.
- Monique Camus
Sin demora, me deje conducir. Con el pensamiento fijo en la Alemania actual y distante, abordamos el viaje a la Alemania envejecida por la II Guerra Mundial. Sonreías mientras soñaba. La noche dormía y la mañana alcanzaba ya la tarde de primavera.
Es difícil adivinar una edad a la que aún no se ha llegado ni se está a punto de llegar. ¿Más de treinta años quizá? Bien pudiera ser su madre.
Michael Berg, joven de 15 años de edad conoce a Hanna, mujer treitañera, sin familia, vendedora de boletos en el tranvía. Enfermo de hepatitis, es ayudado en la calle por ella. Recuperado, le obsequia un ramo de rosas, que marcaría el principio de una relación amorosa entre un adolescente y una mujer áspera, no exenta de belleza exterior; y la herida punzante de la historia, de una generación de alemanes perseguida por un pasado que no vivieron, pero cuya balanza se desequilibra sobre ellos, el holocausto.

Michael, educado por un padre filósofo, dedicado a estudiar, pensar, leer, escribir y enseñar. “Puede ser que la vida esté en otro sitio, lejos de aquí. Me habría gustado que su vida fuéramos nosotros, su familia. ¿Pero, donde estaba escrito que sus hijos tenían que ser lo más importante de su vida? “

Una relación cargada de deseos, temores y culpas, envuelve el ritual de sus encuentros, en la que antes de amarse, Hanna le susurra que le lea en voz alta, pasajes de Dickens, Goethe, Homero, Schiller, Tolstói. Ritual repetitivo: lectura, ducha, sexo y reposo. Michael olvida el mundo dentro del cuerpo de Hanna. Su corazón se educó. Hasta que una tarde desaparece sin dejar huellas.
Sumido en la desesperación, Michael se alimenta de recuerdos. Aprendería que únicamente en sueños lo que fue puede volver a ser. “Nunca más me dejaría humillar ni humillaría a nadie; nunca más haría sentirse culpable a nadie ni cargaría yo con las culpas; nunca más amaría tanto a una persona como para que me hiciera daño perderla”

Siete años después, Michael, estudiante de Derecho, acude al juicio contra cinco mujeres acusadas de criminales de guerra nazis y de ser las responsables de la muerte de varias personas en el campo de concentración del que eran guardianas: Auschwitz. Una de las acusadas es Hanna. Y Michael se debate entre los gratos recuerdos y la sed de justicia, trata de comprender qué llevó a Hanna a cometer esas atrocidades, trata de descubrir quién es en realidad la mujer a la que amó...
La reconocí. No sentí nada, nada. Mientras estuviera encerrada Hanna estaría fuera de mi mundo, fuera de mi vida. Quería tenerla lejos, inalcanzable, para que siguiera siendo sólo el recuerdo.
¿Por qué Hanna no se defendía, por qué? Allí se juzgaba a la persona que había amado y deseado.
“He vuelto a encontrar el lugar del bosque en el que se me reveló el secreto de Hanna: ella no sabía leer ni escribir, nos engañó a todos. Por eso quería que le leyera en voz alta. Por eso confesó haber escrito el informe de los campos de concentración, para no verse exhibida o confrontada con el grafólogo”. ¿Qué prefería ser acusada de un crimen a pasar por analfabeta? El desenmascaramiento de su analfabetismo. Con la energía que invertía en sostener la mentira de su vida, podría haber aprendido a leer y a escribir. ¿Quién era yo para ella. El pequeño lector con el que se había divertido?

Condenada a cárcel perpetua. Yo la había querido. Y yo la había negado. ¿Quién de los dos era más culpable? ¿Ella por criminal o yo por traidor?
En la cárcel, Hanna aprendería a leer y a escribir, al tener el coraje de aprender, no se redime porque no puede enfrentar el mal que ha hecho. Quizá comprende mejor lo que hizo y por eso no lo soporta.
“Nunca le escribí a la cárcel. Sin embargo, le seguía enviando cintas grabadas. Seguí leyendo para ella.”

Shlink busca un sitio para la comprensión y la condena, pero sabe que las dos cosas al mismo tiempo no pueden coexistir. Con un final inesperado, Hanna tomaría quizá la decisión más importante de sus 53 años.

-No llores, Monique, por lo que yo no he llorado, no cargues con culpas ajenas. Toma, es para estar en ti y en un mundo que me es totalmente propio: “Amores en fuga”, “La justicia de Selb”, “El engaño de Selb” y “El fin de Selb” de Bernhard Schlink.

Libro:“Der Vorleser” El lector
Autor: Bernhard Schlink
Editorial: Anagrama

9 comentarios:

Y un dia.... dijo...

una mujer mayor que uno despierta emociones distintas, es alguien que ya sabe lo que quiere y generalmente no busca algo a cambio, ni amor por placer ni temor a estar sola, solo lo que es mientras dura la relacion.

saludos!

Susana dijo...

hay muchas personas a las q les pesa la madurez, yo la disfruto sin perder la niña q llevo dentro...besos bonita, su

Kostas K. dijo...

El asombro, es una capacidad innata de los niñ@s, cuando descubren las cosas... y, la imaginación y la fantasía, se cogen de la mano...
Me alegro que de esta capacidad, no haya envejecido.

Besos niña mexicana

Gonzalo Villar Bordones dijo...

Habrá alegría en la médula de un poema?

Torcasita dijo...

Siempre las diferencias de edades guardan un margen de emociones ocultas, que a veces las personas no se atreven a demostrarlas y las guardan en su interior.

cariños.

Ula dijo...

Impresionante la narración que haces del libro. Me han entrado unas ganas enormes de leerlo, sobre todo porque has dejado la intriga del final.
Me gusta eso de que guardadas en el recuerdo, las vivencias pueden aún ser útiles, cosa que la reanudación de la historia, habría tal vez destrozado.
La diferencia de edad, para un niño educado por un filósofo no creo que fuera obstáculo para ese amor que vivió, que sufrió, pero que sin duda, le enseñó mucho.
Besos.

✈єℓιzα™ τσdσs lσs Dεяεcнσs яεsεяvαdσs cσρчяιgнτ dijo...

Siempre que paso por aqui encuentro cosas muy gratificantes, besitos de inicio de semana!

Seoman dijo...

Tus recomendaciones literarias. Una delicia aprovecharlas para poder disfrutar de un buen libro
Saludos

A. M. Vermon dijo...

Monique:
Visitar tu casa es un placer.
Ver los comentarios también, todos revelan un toque de cultura, delicadeza y respeto.
Yo no he sido gran lector, siempre tuve que correr con mis urgencias, pero hoy admiro la riqueza de las letras, que son tales cuando tienen vida, es decir cuando hay espíritu detras de ellas.
Muchas gracias!!!