domingo, enero 24, 2010

RULFO mis imágenes y mi muerte

A mi amigo, Caleb.















Escritor, poeta y fotógrafo. Tocó lo más profundo de nuestro ser en tan pocas, pero exactas y justas palabras. El hombre solitario, ambulando en su propia existencia fantasmal y profunda: JUAN RULFO.
El libro "Rulfo mis imágenes y mi muerte" presenta un abanico de retratos(55) realizados por la fotógrafa mexicana, Daisy Ascher. Al adquirirlo en una librería de viejos, lo que más llamó mi atención es que se dejara fotografiar por ella. Textos del escritor, Fernando Benítez y del arqueólogo, Eduardo Matos, (dos) dibujos del pintor, José Luis Cuevas, acompañan las fotografías y dan el toque especial al cuaderno editado en 1987 por el Departamento del Distrito Federal; un año después de la muerte de Rulfo ¿Qué pretendió fotografiar Daisy? Tal vez el mundo de Pedro Páramo y El llano en llamas, es decir, el México de nosotros mismos.
Eduardo Matos Moctezuma, arqueólogo, señala: "Siempre he pensado que para que Juan Rulfo nos pudiera dar el lenguaje de la muerte debió de convivir con ella. Todo en él es muerte, una muerte cotidiana que se vive a cada minuto, en cada momento. La cámara capta un instante de existencia en donde Juan Rulfo o su fantasma o lo que sea, se convierte en un personaje más de su propia creación y permanece en ese límite en que el reloj ya no avanza, en donde lo eterno descansa, simplemente, en el umbral del tiempo capturado"
Fernando Benítez y Juan José Arreola, fueron los amigos más cercanos a Rulfo.
Benítez, narra en su presentación:"Durante 15 años viví a su lado. No dormía. Al final se había alejado de todo. Vivía muerto como Pedro Páramo, pero ese muerto irradiaba una humanidad cálida, un sentimiento de ternura comprensiva que despertaba el amor en sus amigos. En esos 30 años que Rulfo no publicó nada suyo, estuvo muy activo. Se olvidó de su obra literaria, no le concedió la menor importancia, la dejó atrás como Rimbaud; pero su obra, a lo largo de tres décadas, creció por sí sola con absoluta independencia de su autor y terminó definiéndolo. Huía de la fama y la fama agigantada lo hostigaba. Se había organizado una agonía solitaria. A medida que crecía su fama, se metía más en sí mismo, se ocultaba usando las tretas de un delincuente perseguido. No comprendí su tristeza y sólo sé que esa tristeza ausente, hoy empeora la mía"
"Rulfo sabía que iba a morir y tuvo respeto de sí mismo. El cáncer es un gran escultor. Va tallando, va afilando perfiles lentamente. Descarna, cava las mejillas, hunde los labios. Seca los brazos y piernas, cuello y cabeza. Rulfo cerró las puertas y sólo tenían acceso sus íntimos. El trabajo de la muerte es duro, debe ocultarse. Yo sólo veía que su bulto bajo la colcha se hacía cada vez más pequeño. Cerró los ojos y durmió cuando intuyó que el trabajo había terminado y su tránsito lo supo ocultar hasta de su mujer y sus hijos. Su pudor fue perfecto" expresa, Fernando Benítez.
Con su destreza pictórica, José Luis Cuevas, delinea a Rulfo: un rostro salpicado de drama y de esperanza.
Daisy Ascher, dirigida por Rulfo en sus propias fotografías, pretende que sus ojos sean los ojos de desolación de Juan: muros ruinosos, panteones, calaveras, pueblos abandonados, la cara cobijada por manos, temeroso de que la cámara le sustrajera su alma.
Ascher, Fotógrafa de la figura humana, especialista en el género del retrato, después de cuatro meses de amistad, propone a Rulfo:
-Juan, me encantaría hacerte una serie de retratos. Ya los tengo pensados...después de toda esta experiencia contigo, de conocerla y conocer tu literatura, me gustaría retratarte con Pedro Páramo, con la muerte, con su madre, con su padre, con el tiempo, con tu pueblo, y con toda esa gente que nunca sabré si existe o no. Por supuesto, Juanito, que eso nos tomaría de tres a cuatro meses de estar juntos ¿Qué te parece?
- Bueno Daisyta, hago el trato contigo y con nadie más que contigo.
...Y así empezó lo que llamo Cómo retraté a Rulfo.